¿Será 2050 el final de la artesanía o el inicio del único trabajo que harán los hombres?

Expertos calculan que ese año las máquinas sabrán hacer absolutamente todo lo que los humanos hasta entonces hacían a mano. Recordemos que en el siglo XIX la Revolución Industrial acabó con gran parte de la artesanía. Actualmente perviven algunos oficios artesanos como el que tres generaciones de la familia de José Mario Cabo llevan ejerciendo en Riotorto (Lugo). Apenas una decena de personas de ese valle, que conforman una asociación de ferreiros, a duras penas logran que ese trabajo no desaparezca, aunque probablemente mucho antes del 2050 ya haya dejado de existir por falta de aprendices.

Un ejemplo de pervivencia de la artesanía se da muy lejos de Galicia, en Japón,  donde se aferran a ciertos oficios artesanos. Allí el contraste es brutal porque conviven con lo más avanzado en tecnología, sin embargo los nipones veneran sus maestros artesanos conocedores de las miles de horas de trabajo y esfuerzo que hay detrás y que ninguna máquina podrán suplantar.

El concepto mismo de artesanía supone dedicar cientos y cientos de horas en desarrollar una habilidad y en concentrarse en la creación de un objeto perfecto como en este caso un cuchillo o una herramienta artesanal creada en una fragua. Pero en la época actual en la que hay un déficit de atención tan grande todos sienten que falta tiempo y solamente un pequeño círculo de artistas deciden realmente dedicar miles de horas a poder ser un artesano experto.

Las personas que vivían en la Edad Media básicamente lo hacían practicamente igual que sus ancestros doscientos años antes, pero eso cambio en la Revolución Industrial y lo hará dentro de treinta años también de forma sorprendente. Pero en Riotorto (Lugo) las cosas se mueven como hace 1.400 años. Allí todavía quedan vestigios de la presencia romana e incluso de los pobladores celtas que al igual que Pepe trabajaron los minerales que allí encontraban para forjar sus armas y herramientas para cortar la maleza y las piezas de caza que capturaban. Pepe aprendió su oficio de muy niño quemándose su ropa de estudiante de escuela con las chispas de los “fouciños” que salían de la “forxa” de su padre, José Cabo Villar (JCV). Dedicaban más de 8 horas al día a este oficio en el que no había vacaciones de verano, ni de navidad, ni asuntos propios, ni horas de convenio colectivo y el único descanso era la siesta en el pajar tras la comida en compañía de tus seres queridos y del resto de trabajadores que te acompañaban no sólo en esa tarea, sino también en otras del campo que requerían de ayuda, ya sea la “malla” o la plantación de arbolado, pasando por la siega o la “matanza do porco”.

En Japón existen carpinteros “Miyadaiku” que levantan casas de madera sin un solo clavo y son objetos artesanos de primer orden en todo el mundo. En su país son todo un ejemplo de labor digna de mérito nacional que pasa de padres a hijos y de expertos a alumnos sin que probablemente la próxima revolución robótica logre que desaparezcan. Sus herramientas son los cepillos, una tecnología que no ha cambiado en varios cientos de años.

Escanear códigos de barras en un supermercado es un trabajo que no podíamos imaginar hace veinte años pero de él viven cientos de personas. Sacar carbón de una mina, en cambio, prácticamente ha desaparecido de este país. Los trabajos repetitivos probablemente dejará de hacerlos un ser humano y aunque siempre nos han alarmado con la llegada de las máquinas y que éstas iban a quitar puestos de trabajo, el lobo ha llegado finalmente al pueblo y nadie está preparado para ello por tantas veces que nos lo han dicho. Ojalá que algún joven vea claramente que la artesanía es una de las opciones que tienen futuro en ese mundo y no escanear códigos de barras.

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